El problema de andar en muletas
El viernes por la noche volvía yo a mi humilde casa, muy contento a los saltos y en muletas. La dicha rebosaba de mí al tener que esquivar las veredas rotas y desniveladas, y cada 30 metros una carcajada brotaba de mi corazón al tener que parar para recuperar el aliento.
Eran cerca de las 21 horas, cuando, en una de mis incontables paradas, me abordan cuatro individuos: dos hombres y dos mujeres. El primero de ellos, con traje, gomina y maletín se me acerca.
- ¡Esperá!- me dice, al tiempo que llevaba su mano hacia el interior de su saco. Ya podía imaginarme los titulares de Infobae del otro día: EL HOMBRE MÁS ALTO DE SAN MIGUEL ASESINADO A BALAZOS POR DOBLE TRUCHO DE JAMES BOND.S
Sin embargo, lo que extrajo de su saco no fue un arma, sino un folleto (obviamente que tuve el culo en la mano durante los 4 segundos en que tardo en sacar su folleto). El papel en cuestión era propaganda religiosa, y estos individuos que me abordaron pertenecían a la iglesia de la nosecuanta revelación.
- ¿Tenés un minuto para hablar del Señor? Nos gustaría invitarte a la iglesia ¿Hace mucho que no rezás?- Preguntaron.
"No, no, no. Chau, gracias". Esa hubiera sido mi respuesta habitual, y me hubiera apresurado a escapar con toda elegancia. Pero no. Ni mi pie ni mis muletas respondieron a la fuga. Y tampoco lo hizo mi lengua que sólo atinó a titubear - ehh… ¿Qué señor?- Gran, gran error.
- ¡Nuestro Señor Jesucristo!- Respondieron - Qué murió por nuestros pecados, estamos organizando una reunión de oración para mañana. ¿Te gustaría pedirle por algo?-
- Si, pídanle que me cure el pie- Respondí, haciéndome el irónico y dejándome llevar por una conversación que me tenía de rehén. Segundo gran error.
- ¿Querés que recemos por vos?- Me preguntaron. Y yo, pensando que se iban a ir a rezar a un lugar muy lejano y que me iban a dejar finalmente en paz, les dije que sí. Tercer gran error.
De repente me rodearon, se tomaron de las manos, me tomaron de las manos a mí, cerraron los ojos. Y en un acto de fe se pusieron a rezar los 4, en medio de la calle y a los gritos. Pero a los gritos mal.
En ese momento empecé a lamentar que todo esto no se tratara de un tiroteo a quemarropa. Hubiese sido mucho menos vergonzoso ser baleado hasta la muerte, que ser rezado de arriba abajo por cuatro desconocidos frente a una parada de colectivo llena de gente.
Durante los siguientes minutos (que desde mi perspectiva duraron unos 7 meses), pidieron a Dios por la salvación de mi alma; por el perdón de mis pecados; por la santa Virgen; por mi pie herido; por las injusticias del mundo; por la paz mundial; por los perros desamparados del mundo; por el padre Grassi; por mi pie herido de vuelta; por las obras públicas de San Miguel; por los monjes tibetanos y vaya uno a saber qué cosas más.
Después se despidieron y se fueron. Al fin. Miré a mi alrededor y vi que los de la parada del bondi todavía me miraban (había cada vez más gente, después de todo fue un espectáculo muy convocante). Me quedé esperando los aplausos, pero como eso no sucedió, emprendí nuevamente mi vuelta a casa.
En fin, si alguno del departamento de comunicación eclesiástico llega a leer esto, por favor le pido que considere otra estrategia de enrolamiento.
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