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“La realidad se transforma desde la política” (*)

Después de más de ocho años de conducir la Universidad  Católica de Córdoba, el Sacerdote Rafael Velasco, de origen cordobés, terminó su gestión y regresó al conurbano bonaerense para dedicarse al trabajo pastoral y convertirse en el representante legal del Colegio Patriarca San José, ubicado en el partido de San Miguel. Allí tuvo lugar esta entrevista, entre cálidos abrazos de sus alumnos de primaria que al verlo llegar se abalanzaron sobre él demostrando su cariño. El sacerdote habló sobre el rol de los jesuitas y los desafíos a los que se enfrentan en un mundo cambiante y diverso. Además, dió su opinión sobre política y temas actuales atravesados por ella, como el feminismo, la separación de la Iglesia del Estado, la implementación de la ESI, entre otros.

¿Qué significa ser jesuita? 

A diferencia de la otra rama del sacerdocio católico, compuesta por los diocesanos, párrocos de las grandes ciudades, los jesuitas vivimos en comunidad y hacemos tres votos: el de pobreza, el de castidad y el de obediencia. Además, nos preparamos para diversas misiones, ya sea en parroquias o en instituciones diversas como universidades. Hay jesuitas astrónomos, poetas, politólogos.

¿Cuál es el rol de una parroquia jesuita en la sociedad actual?

La parroquia jesuita tiene hoy la misión de ser una comunidad de puertas abiertas y de diálogo con un mundo cambiante. Esto es un gran desafío porque hay diversos modos de buscar a Dios, hay problemáticas enormes en Latinoamérica en particular, de exclusión, de nuevas pobrezas, de minorías que son excluidas y dejadas al margen. Como verán, tenemos la cualidad de ser misioneros no sólo de la gestión popular sino de otros ámbitos que parecen muy alejados de la Iglesia. Yo por ejemplo, trabajo en el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS).

¿Qué acciones se realizan allí?

Estudiamos los distintos problemas sociales y políticos del conurbano bonaerense. También intentamos formar una clase política diferente, razón por la que tenemos una escuela de formación política donde hay algunos empresarios y sindicalistas jóvenes, gente del Pro, de Coalición Cívica, del Frente para la Victoria, del Movimiento Evita. 

¿Por qué les interesa crear un partido político distinto?

Porque creemos que la realidad se transforma desde la política, una suerte de liberación marxista; no hay otra manera. Es un intento de generar un espacio para que se puedan acordar algunas cosas en Argentina, donde priman los desacuerdos. La idea es crear puentes para que puedan dialogar espacios que no dialogan en la esfera pública.

¿Cuáles son las principales problemáticas que observa en Argentina a partir de sus investigaciones?

Ciertamente, uno de los grandes problemas en aumento es la exclusión social debido a la falta de trabajo. Hay un piso de pobreza de un 25 por ciento en los últimos años, que creció con la política económica del gobierno de Macri. Entonces, vemos un aumento muy grande de la desocupación, de la violencia social y del narcotráfico. La droga está perforando sectores sociales populares, ya que se convierte en una salida económica para muchos.

¿Cree que estos problemas se pueden revertir?

Primero, tendría que crecer el país y segundo, tendría que haber un sistema de distribución de la riqueza que no permita que se queden con la plata siempre los mismos. Habría que atacar al tipo de cultura y al modo de pensar que impera en el mundo y nos trajo el capitalismo. Si no hubiera inequidad y hubiera voluntad política se podría sacar a la gente de la pobreza.

Entonces hay que acabar con el capitalismo.

No se trata de acabar con el capital, ya que finalmente es el que genera el movimiento de la economía. Pero sí habría que hacer algunas modificaciones en el neoliberalismo, donde se le da más importancia a la acumulación que al trabajo y a los trabajadores, y los beneficiados siempre son unos pocos.

Eso es casi imposible.

Puede ser. El Papa Francisco dijo en un escrito que la raíz de los problemas ambientales y sociales son los mismos: la cultura del descarte. El capitalismo fomenta que los objetos se descarten cuando ya no sirven más y se los reemplace por uno nuevo. Lo mismo ha sucedido con las personas, se han vuelto descartables. Se piensa el país para unos pocos y el resto, si queda afuera, que se joda.

¿Pudo hacer algo desde el rectorado de la Universidad Católica de Córdoba para ayudar a los más necesitados?

Cuando trabajaba en la Universidad pusimos a disposición de los barrios más marginados a abogados, arquitectos. Le resolvimos a la gente un problema que tenían con un basural que le habían instalado frente a sus viviendas. Ellos ya se habían quejado en la Municipalidad pero no les dieron pelota, son pobres, y nos pidieron ayuda, pero bajo una condición: actuar “con nuestros conocimientos pero con sus ideas”, tal como nos dijo una vecina del lugar. Para eso fue lindo ocupar el cargo, para otra cosa no hubiera tenido sentido.

¿Y de dónde surge ese interés por vincular una institución privada con la esfera pública?

Siempre tuve la idea de que la Universidad es un lugar público, es decir que tiene la oportunidad de decir una palabra pública. Como hombre creyente y hombre de universidad privada, siempre traté de integrar las instituciones al servicio de la comunidad. Considero que no hay que esperar una salvación mesiánica, sino organizarse y realizar acciones colectivas. Esto de que viene alguien de afuera a ayudar a los pobres, es mentira. Hay que ponerse de pie y ayudarnos entre nosotros.

Cambiando de tema, ¿qué opina sobre el feminismo moderno?

Yo creo que así como no se puede hablar del catolicismo en general, sino de diversos sectores, con el feminismo pasa lo mismo. Hay un feminismo dialogante y otro intolerante. Estoy de acuerdo con la igualdad entre el varón y la mujer. Hay que superar culturalmente ese machismo que piensa que el sexo masculino debe ganar más que el femenino y que las mujeres sólo sirven para ser madres y no para tener éxito laboral. Esto acarrea violencia, femicidios y demás.

¿Y en qué no está de acuerdo?

Principalmente, con el tema del aborto. Yo creo que el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo nadie lo puede negar, pero el niño por nacer no forma parte del propio cuerpo, lo confirma la ciencia. Soy consciente de que en muchos casos la decisión de abortar está vinculada a que no hay futuro económico ni social, pero creo que hay maneras de evitarlo o de solucionarlo. Nosotros desde la Parroquia hemos creado una organización llamada “Redes de amor”. La idea surgió de la gente, para vincular a las madres con organizaciones que les provean contención y ayuda económica.

¿No cree que para evitar llegar a una situación de embarazo no deseado y aborto sería importante que se implemente la Ley de Educación Sexual Integral (ESI)?

Sí, claro. Estoy de acuerdo con que cada persona se junte con quien quiera y que elija los medios que va a utilizar para cuidarse. En ese sentido, la ESI es fundamental. Pero una vez que aparece una vida nueva hay un límite al derecho a decidir. Me parece bien que la ESI enseñe a respetar toda opción, sin embargo, en algunas cuestiones creo que el Estado no debería entrometerse con la educación de los padres y obligarlos a aceptar algo con lo que no están de acuerdo para sus hijos, más si todavía son menores de edad.

¿Hay algo más en lo que no coincida con el feminismo?

Sí, también difiero con aquel sector que me trata de retrógrado por pensar distinto y que plantea su postura con la misma violencia autoritaria que le reclaman al machismo y con la que ha actuado la Iglesia Católica a lo largo de la historia. Hay una cuestión ideológica que siempre se interpone a las personas.

Pero esa es una condición inherente al ser humano, ¿no cree? La de apartarnos del que piensa diferente a nosotros.

Sí, de hecho a mí me ha pasado. Cada vez que me cruzaba por la calle con una persona a la que yo quería con el pañuelo verde, sentía un rechazo que no podía evitar. Tuve que hacer un trabajo interno muy fuerte para superar lo que sentía.

Todavía existe mucho rechazo por parte de los religiosos, como el que demuestran hacia los homosexuales.

La Iglesia como institución establece que el sacramento del matrimonio es para el varón y la mujer, y aún existen sectores muy reaccionarios al respecto. Sin embargo, hay una gran parte dentro de la Iglesia que son quienes practicamos el respeto, la tolerancia y la inclusión. Se ha avanzado bastante, antes ni la comunión se le concedía a los homosexuales. Yo creo que si sacamos conclusiones lógicas, a una persona que es homosexual y vive en las mismas normas de amor y fidelidad que les pedimos a los heterosexuales, deberíamos rehabilitarlo para la totalidad de los sacramentos.

¿No cree que la intolerancia hacia la diversidad por parte de la Iglesia, que representa a un Dios que es todo amor, sea la razón de cierto descrédito en los últimos años?

Desde luego, pero no es el único motivo. El desprestigio de la Iglesia está vinculado más que nada a los encubrimientos de los casos de abuso sexual. Recién en el año 2000 se empezaron a crear protocolos según los que al realizar una denuncia hacia un cura, se lo debía separar e iniciar una investigación, y se hicieron evidentes muchos casos. Los obispos antes ponían dinero para callar estas cuestiones, era más importante salvar la imagen del cura que ocuparse de la víctima, y hoy la Iglesia está pagando por eso.

¿En qué cree que se diferencia el Papa Francisco de los Papas que lo precedieron?

Creo que es el único hasta ahora que se ocupa de los temas importantes del Evangelio de Jesús. Es uno de los pocos que levanta la voz por los problemas sociales, por los ambientales y por la inclusión. Creo que ha dejado en segundo plano las cuestiones morales y ha puesto a la Iglesia Católica donde tiene que estar: ayudando al más necesitado. Además, está luchando contra la corrupción del Vaticano. Hizo cosas que le significaron mucha guerra dentro de la Iglesia, sus enemigos más grandes están allí.

Sin embargo, Francisco no se había caracterizado por ser un sacerdote particularmente progresista. De hecho, fue un activo opositor al matrimonio igualitario en Argentina.

Bueno, ciertamente no era un exponente de la teoría de la liberación. Pero también sería injusto ponerlo en el lugar de los conservadores, aquellos excesivamente tradicionalistas o cerrados a lo nuevo, sino que siempre puso adelante lo pastoral. Por supuesto, quienes integran movimientos católicos más progresistas (con énfasis en los derechos humanos, el cuestionamiento social o las causas de la pobreza) por ahí quedan insatisfechos, pero el Papa tiene un sentido de la realidad, un sano pragmatismo.

Hay gente que dice que en el Vaticano hay tanto oro que se podría acabar con la pobreza del mundo.

Yo estuve en el Vaticano y la verdad es que tanto oro no hay. Pero resulta difícil comprender una cosa: El Vaticano es un Estado, un país de un kilómetro por un kilómetro que tiene su banco, su ministerio, sus edificios y su gente. Lo más escandaloso del Vaticano no es el oro, sino sus obras de arte, cotizadas en millones. Yo diría que la riqueza que uno puede ver ahí tiene que ver más con el museo y el mural que con el oro, mural que es Patrimonio de la Humanidad.

¿Qué se hace con el dinero que hay allí?

Se usa para las misiones que se realizan en todo el mundo. Supongamos que vendemos la Capilla Sixtina, a San Pedro ¿y después qué? a los pobres hay que darles de comer todos los días. Es absurdo. Si tanto les preocupan los pobres a los que hablan, que saquen plata de sus bolsillos también, ¿o será que lo único que quieren es joder a la Iglesia? Hay algo del “hablemos sin saber”, yo soy el primero en criticarla, pero porque soy de adentro y la quiero. Me parece una excusa de la gente para no ayudar, para no hacer nada, total la responsabilidad es del Vaticano y del Papa.

¿Está de acuerdo con la separación de la Iglesia del Estado?

Sí, pero depende del significado que se le dé. Se nos acusa de intervenir en las decisiones del Estado y eso es mentira. Los que toman las decisiones son los legisladores, no los obispos ni los sacerdotes. Es cierto que la Iglesia tiene una autoridad moral muy grande y hace oír su voz, como cualquier otro actor social. Si lo que quieren es que la Iglesia se quede callada, me parece injusto. Tampoco estoy de acuerdo con que pidan que el Estado deje de financiar los colegios religiosos, ya que ahí lo que el Estado realiza es un aporte hacia la educación, no hacia la Iglesia.

¿Y entonces para usted, en qué deberían separarse?

Yo creo por ejemplo, que el Estado no debería darle más plata a los obispos. Del presupuesto, 137 billones de pesos son para los sueldos de obispos, párrocos que viven en zonas de fronteras y para algunos seminarios. También estoy de acuerdo con una reforma impositiva mediante la cual un contribuyente pueda elegir a quien quiere ayudar, sea a la Iglesia Católica, a la de otra religión, a una obra social y colocar esa donación en un casillero, como sucede en Alemania o España, para que luego el Estado lo reparta. En ese caso, el dinero no sale de él sino de los contribuyentes. Todavía hay un arduo trabajo por hacer.

(*) La entrevista se realizó en el mes de octubre de 2019. No todas las opiniones vertidas por el entrevistado son compartidas por De Lirios y Hurones, en particular las referidas al aborto legal y a la mirada sobre la diversidad sexual.

 


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