Cuando el juego terminó
Maten al Rugbier, la crónica periodística escrita por Claudio Gómez reconstruye la historia de 20 deportistas de La Plata Rugby Club, que fueron desaparecidos por el terrorismo de Estado.
Cuando se observa la ciudad de La Plata en un mapa se advierte que fue pensada, diagramada, antes de que fuera poblada. Es harto conocido que la generación del ´80 que la diseñó, por esos años no escatimó esfuerzos en el derramamiento de sangre, sobre todo en el sur del territorio argentino. Como una continuidad histórica, los herederos de clase de ese grupo de dirigentes, en compañía de su brazo armado, convirtieron a la ciudad de las diagonales, de las numerosas plazas estratégicamente ubicadas y de los edificios imponentes de estética europea, en una ciudad inhabitable y oscura, con secuestros, disparos y desapariciones en cualquier momento del día.
Dar cuenta del tamaño del genocidio perpetrado por la última dictadura cívico-militar, la aniquilación de una generación completa de jóvenes, el desmantelamiento de la organización obrera, y la pérdida de los lazos de solidaridad entre los ciudadanos, es una tarea que puede encararse desde diversos ángulos. Explorar la historia de grupos hermanados por alguna causa, que sufrieron en carne propia el terror, es una de las numerosas formas que se buscan para echar luz sobre uno de los períodos más violentos de la historia argentina. En este camino se inscribe la rigurosa investigación realizada por el periodista Claudio Gómez. Maten al Rugbier rescata la historia poco conocida, de 20 jugadores del club La Plata Rugby Club que fueron asesinados o desaparecidos, algunos de ellos incluso antes del golpe de estado del 24 de marzo de 1976. Así como en el reciente libro de Julián Scher, Los Desaparecidos de Racing, o en la biografía coral Los Oesterheld, de Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami, Claudio Gómez se propone exponer la barbarie del genocidio a través de la desdicha un grupo de personas pequeño en relación a las 30.000 víctimas del terrorismo de Estado.
Esto permite conocer en profundidad historias, tradiciones, familias, sueños, y edades de 20 jóvenes, que habían tenido un lugar y un color en común: la cancha de La Plata Rugby Club y su camiseta amarilla.
Luego del impacto inicial que le produjo conocer la historia a través de una nota publicada en el diario Página/12, el periodista revela que ya no hubo vuelta atrás. Los desaparecidos del club de rugby se convirtieron en una obsesión, a la que le dedicó años de lecturas, relecturas, viajes al club, llamados, entrevistas, visualización de videos de YouTube, búsqueda de personas a través de Facebook, etc. A las dificultades propias de cualquier investigación periodística se le sumó un escollo obvio: los principales protagonistas de la historia ya no podían brindar su testimonio.
El periodista arma de esa manera el rompecabezas, se vale de las palabras de las personas más allegadas a los rugbiers desaparecidos: su familia, sus compañeros de equipo y de la facultad.
La Universidad Nacional de La Plata y su ebullición política en los ´70 también adquieren un rol protagónico. La mayoría de los desaparecidos estudiaba allí, y ese lugar es el que los acerca a la militancia revolucionaria. Hoy en día, algunas de sus aulas llevan sus nombres, un monumentos los recuerda. Incluso una hija de un matrimonio desaparecido dicta clases allí, en la misma carrera que estudiaba su padre, Santiago Sánchez Viamonte, el mejor jugador que alguna vez haya vestido la camiseta de La Plata Rugby Club. La presencia de los rugbiers y de todos los estudiantes desaparecidos se siente en cada rincón. En la entrevista que le brinda al periodista, la mujer cuenta cómo de chica salía rápido de la escuela para ver si su madre, ya secuestrada, estaba en la casa preparándole la leche.
Una hermana de otro estudiante de la facultad desempolvó un viejo casete para hacer oír la voz de su hermano, Hernán Rocca, cantando canciones de amor de la época y cuenta que la primera vez que lo escuchó imaginaba su voz de otra manera. En esa misma entrevista, muestró un cinturón blanco que Hernán llevaba el día de su asesinato, con agujeros de balas y manchas de sangre.
Una hija de otro rugbier desaparecido cuenta que prácticamente no tiene recuerdos de sus padres, y ha optado por la salida menos dolorosa: los ha inventado. Con el tiempo los ha moldeado, y son para ella un modo de transitar un dolor que no cesa.
Una de las características comunes que se relata de este grupo de desaparecidos, es el ya mencionado compromiso político y la búsqueda de una sociedad mejor. Siendo ellos de clase media, e incluso algunos de clase media alta, tuvieron opciones y ofrecimientos de exiliarse, de escapar de la muerte que invariablemente los cercaba y buscar un futuro en otro país. La respuesta de la mayoría, relatada por sus conocidos, era siempre la misma: escaparse en ese momento hubiera sido cobarde, había que pelear hasta el final.
Se entrelazan historias de una época oscura de la ciudad y sus nombres célebres, por lo terrorífico y lo heroico. De la sádica fascinación por la muerte de los policías Miguel Etchecolatz y Ramón Camps, que tuvieron una actuación central en el exterminio en la ciudad de las diagonales, hasta Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini y Chicha Mariani que todavía, a 40 años de aquellos días, siguen buscando justicia.
Uno de los casos más llamativos es el de Jorge Moura, hermano de los músicos que luego formarían el grupo de rock Virus. Jorge jugaba en La Plata Rugby Club, pero luego de pasar por la Universidad Nacional de La Plata y conocer la militancia, su vida cambiaría. Fue a entrenarse para la guerrilla en Tucumán y condujo el camión que derribó los portones del cuartel de Monte Chingolo, en un episodio emblemático llevado a cabo por el Ejército Revolucionario del Pueblo, organización en la que militaba. Posteriormente fue secuestrado, y el recuerdo estuvo siempre presente en sus hermanos menores. La dedicatoria se da en su canción Ellos nos han separado, que también es el título del capítulo del libro que cuenta la historia de Jorge. La banda que los hermanos Federico, Julio y Marcelo formaron, tuvo su apogeo en la década del ´80, que luego del ostracismo genocida emergió como una época de liberación mental y sexual, que los hermanos de Jorge reflejaron en sus canciones.
El testimonio de la madre de Jorge es desolador: cuenta que perdió dos hijos (Federico murió a causa del HIV en 1988), que eso es lo peor que le puede ocurrir a un ser humano, y que a sus 86 años todavía se pregunta para qué sigue viviendo.
Maten al Rugbier expone relatos crudos, de ausencias, de dolor y de búsqueda. Es una manera tan movilizante como certera de dar cuenta del terror que asoló a La Plata, una de las ciudades más castigadas por la dictadura cívico militar.
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