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Galeano, cronista de su tiempo (3 de septiembre)

Galeano fue uno de los escritores más queridos y respetados de Latinoamérica. Querido, porque estuvo comprometido con la realidad de su tiempo, convulsionada y llena de avatares socio-políticos a nivel mundial. Respetado, por su rigurosidad en la redacción de crónicas, referidas a ese contexto histórico, en las que tomaba posturas sin temor a generar controversias. Tal vez, una de sus facetas menos exploradas sea la del escritor como cronista.

Gracias a un estilo depurado de cultismos, Galeano logró llegar a una gran masa de lectores en toda Latinoamérica y el mundo entero. Un logro alcanzado a fuerza de metáforas y a un refinado trabajo estilístico que se aleja del acartonamiento de la prosa periodística.

Participó de experiencias periodísticas fundamentales como las revistas Marcha en los sesenta y Crisis en los setenta, una carrera meteórica que comenzó cuando tenía 14 años. En la primera revista, -un semanario uruguayo con gran influencia en el resto de los países de América Latina-, Galeano formó parte, como secretario de redacción, de un conglomerado de periodistas con claras directrices ideológicas: antiimperialismo, socialismo y tercerismo, sin caer en los dogmas de partidos políticos que se arrogaban la propiedad o pureza del ideario y doctrina socialista. Desde esas páginas, ya se vislumbraba un estilo personal e incisivo que lo llevó a escribir en revistas del mundo de izquierda no alineada: Política Internacional, editada en la desaparecida Yugoslavia de Josip Broz Tito, y en Monthly Review, una “revista socialista independiente” fundada por el economista marxista Paul Sweezy, en New York.

La revista Crisis, editada en Buenos Aires entre mayo de 1973 y agosto de 1976, era una fuente de conocimientos de literatura, arte, cultura popular e historia de América Latina. En ella se publicaron textos de Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez, Augusto Roa Bastos, Juan Carlos Onetti, Jorge Amado, Pablo Neruda, Haroldo Conti, Héctor Tizón, entre otros. La historia argentina y latinoamericana en detalle, la literatura portuguesa y la africana, investigaciones económicas, de mercado, revisiones políticas, misceláneas escritas como cuentos breves eran parte de lo que se podía encontrar en sus páginas. El nombre se lo puso Ernesto Sábato, quien renunció a dirigirla. En Montevideo, convencieron a Galeano -ya autor de Las venas abiertas de América Latina- para ocupar el cargo. Aceptó con la condición de tener absoluta libertad para hacer lo que quisiera, y lo que hizo fue crear puentes entre la cultura literaria, las artes plásticas, el teatro y la música, lejos de los cánones académicos.

Ya en 1963, con tan solo 23 años, había publicado una novela intimista, narrada en primera persona. Según el escritor uruguayo, fue un “pecado de infancia, quizá, pero querido pecado de infancia”, debido a que la encontraba, años después, “inmadura y vulnerable”. En los días que fue publicada, las editoriales de la región y de Europa promocionaban la literatura de ficción. Los escritores del llamado Boom Latinoamericano, que acompañaban el proceso revolucionario producido en Cuba, utilizaron nuevas técnicas narrativas para hablar de las injusticias y miserias de América Latina. Cortázar, García Márquez, Fuentes y Vargas Llosa tradujeron en palabras lo que se vivía socialmente.

Galeano

Galeano logró llegar a una gran masa de lectores en toda Latinoamérica y el mundo entero. (Twitter)

Con el conflicto entre China y la URSS como telón de fondo, Galeano hizo un viaje al país asiático entre octubre y noviembre de 1963. Allí recorrió sus calles, conversó con hombres de a pie, dirigentes barriales y funcionarios del gobierno revolucionario encabezado por Mao. También estuvo un mes en la Unión Soviética conducida en ese entonces por Nikita Jruschev, el sucesor de Stalin. De esas experiencias nació su primer libro de crónicas: China 1964. Crónica de un desafío, publicado en Buenos Aires. Se editó simultáneamente en Estados Unidos, a cargo de Monthly Review Press.

A diferencia de su novela, en China 1964 se nota su intención de comprender, antes que explicar. Se pregunta: “¿Qué se propone Mao? ¿Qué hondas razones mueven a China, símbolo agresivo de la rebelión de los pobres, a enfrentar a la Unión Soviética?”. Al ser un libro, Galeano se permitió una mayor libertad en el oficio al cruzar géneros para mostrar la real dimensión del viaje, con sus personajes pintorescos y conclusiones elaboradas a medida que transcurren los capítulos. Utiliza, como lo hace en las crónicas de Marcha, la primera persona, y lo hace con la maestría necesaria para imponer su presencia: como si acompañara al lector en su recorrido por China. El escritor y periodista uruguayo despliega los recursos que ha aprendido a lo largo de sus años como periodista y, propio de la crónica descriptiva, se convierte en los ojos y oídos del lector, que es llevado, detenida y minuciosamente, por pueblos y ciudades exóticos.

En su primer viaje por Europa y Asia, trató comprender el nuevo paradigma político del que dependía la mitad de la humanidad. En China, recogió testimonios en medio de dos etapas políticas claves de la revolución impulsada por Mao: la Campaña del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. La primera, lanzada entre 1957 y 1960, fue una política de desarrollo económico que buscaba la rápida industrialización del país para modificar su base agraria, lo que produjo treinta millones de muertes por hambrunas, según estimaciones. A raíz de esto, a partir de 1966, Mao impulsó la Revolución Cultural, con el objetivo de evitar la penetración del capitalismo en el país y fortalecer el modelo socialista chino a través de la descentralización del poder en manos de jerarcas y su traslado a comités revolucionarios estudiantiles, lo que amenazó la propia supervivencia del Partido Comunista Chino, y Mao tuvo que concluirla en 1969.

El libro, además, contiene una entrevista glosada a Fu Yi, el último heredero de la dinastía real china, y el único que “conservó la cabeza sobre sus hombros”. Al usar el recurso de narrar la entrevista, Galeano pone en escena el marco cultural en el que Fu Yi vive, y cuenta su historia de vida en tres dimensiones: la del hombre, la del emperador, y la de su influencia en 1963, año en se produjo el encuentro.

La película “El último emperador”, dirigida por Bernardo Bertolucci y basada en la autobiografía de Fu Yi, “Yo fui emperador de China”, muestra a un soberano que desde pequeño —cuando se convirtió en emperador luego de la muerte de su tía, la emperatriz viuda Cixí— ha sido educado para obedecer, y cuyo único acto de desobediencia consistió en pasar por sobre un cordón de terciopelo para llegar al trono que antes ocupó, para ese entonces ya convertido en museo. Según la entrevista que Galeano le realizó, Fu Yi se convirtió en un ferviente defensor de la revolución, después de ser capturado y confinado en un centro de reeducación partidaria, cosa que en la película no se refleja.

En otro pasaje del libro, el uruguayo escribe: “Cuando el guía me señalaba un trabajador, yo elegía otro, porque sabía de antemano que los cuadros, los kan-pu, están entregados en cuerpo y alma al Partido y su doctrina…”. Esto demuestra no sólo el grado de rigurosidad y compromiso con que emprendió este trabajo —y en todos los que hizo—, sino también que no es necesario tener el honorable título de emperador para tomar decisiones propias, aunque conlleven un acto de desobediencia.


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Es un paisano de Hurlingham, estudiante de Comunicación, crónico -que espera recibirse algún día-, maidenero de alma, simpsoniano de corazón -de las mejores temporadas, no las de ahora- y lector de memes virales.