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La crónica como novela de la cruda realidad

En la Argentina, desde Lucio V. Mansilla y sus crónicas de la guerra del Paraguay, pasando por Arlt y su Aguafuertes porteñas, Mujica Láinez y sus crónicas de viaje para el diario La Nación, y aquellas sobre el peronismo y la década del ‘70 de Tomás Eloy Martínez, siempre ha habido una fuerte tradición de grandes cronistas que también han sido grandes escritores.

Otro caso emblemático es el de Rodolfo Walsh, que habiendo escrito narrativa ficcional, uno de sus libros capitales, Operación Masacre, es una investigación periodística sobre los fusilamientos de José León Suárez. Con aquel libro, Walsh se convirtió en uno de los pioneros de la “non-fiction”, un nuevo género dentro del marco más general de lo que luego se llamaría Nuevo Periodismo. En este movimiento, el periodismo toma prestado los recursos literarios propios de la novela para narrar hechos verídicos.

Si antes la lógica a seguir por un aspirante a escritor era convertirse en periodista para ganar dinero y paralelamente escribir una obra literaria, ya sea en forma de cuentos o novelas, que sería la que lo catapultaría como “escritor serio”, hoy se da el caso de periodistas que apuestan a la crónica como medio para ganarse el derecho de piso entre los escritores de narrativa de ficción.

En los últimos años, en Latinoamérica ha habido una revalorización de la crónica como género —en nuestro país se destacan nombres como Martín Caparrós y Leila Guerriero—, que se tradujo en una gran cantidad de ediciones de libros que se recopilan bajo distintos criterios o, en el caso de investigaciones que profundizan en un tema particular, en una edición que contiene una crónica extensa, pensada exclusivamente para el formato libro. Este es el caso de La misa del diablo, de Miguel Prenz.

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Prenz y su prosa, la combinación perfecta para esta crónica (Twitter).

Miguel Prenz (Bahía Blanca, 1979) es un periodista que ya en 2011 publicó El heredero del General, una crónica sobre el destino de los bienes de Juan Domingo Perón. Además, escribió en distintas revistas del país. Actualmente trabaja en la editorial Televisa Argentina y es docente, desde el 2007, en la escuela de periodismo TEA. La misa del diablo, editado en 2013, forma parte de la colección Mirada Crónica dirigida por Leila Guerriero.

En él encontramos una investigación periodística sobre el crimen acaecido el 8 de octubre de 2006, en la ciudad de Mercedes, Corrientes, de un chico de doce años, Ramón González (“Ramoncito” para quienes lo conocían), que fue hallado decapitado a unos 200 metros de la estación de ómnibus y a unos 900 de la plaza principal, en un terreno baldío al costado de unas vías de tren abandonadas hace más de una década. En este crimen, se entremezclan una secta abominable, un terrateniente adinerado —por ende, con poder— culpado de financiarla y la inmensa pobreza en la que viven más de la mitad de la ciudad, que, además, tiene grandes deficiencias educacionales y es muy devota de santos católicos y paganos.

Para cubrir el suceso, Prenz viajó a Mercedes en 2009, dos años y medio después de lo ocurrido. Así, se convierte en testigo no de los hechos, pero sí de lo que allí acontece para tratar de esclarecer —no resolver— el caso. Para ello hace uso de una estructura polifónica, donde aparece su voz en primera persona y la de los directa o indirectamente involucrados, para reconstruir las distintas historias que se entrecruzan en una red de contradicciones, donde predomina la incerteza.

Hay entrevistados por el periodista que con su testimonio ayudan a reconstruir el retrato de la víctima; otros, con sus relatos de vida y de lo que oyeron, dan una imagen cruda de los crímenes que son moneda corriente en la región: violaciones, trata de menores, proxenetismo, venta de drogas ilegales, etc. Las declaraciones de Ramonita, amiga de la víctima y testigo clave en el juicio —uno de los pocos en el mundo en investigar un crimen catalogado como ritual—, que son transcriptas del expediente de la causa, describen, con detalles que suscitan poco menos que espanto en el lector, las aberraciones a las que era sometido Ramoncito antes y durante el asesinato, en las reuniones que concertaba la secta, que también incluía a otros chicos de la zona.

También aparecen otras voces, como en el caso de la dueña de una santería, que sirve para ejemplificar el grado en que la religión es parte constitutiva de la sociedad mercedeña, en particular, y correntina en general. Esto da un panorama del contexto en que se generó un crimen de esta especie; una sociedad donde desde el Estado, con su lema “Corrientes tiene payé”, se promueven creencias y prácticas de origen guaraní y afro-brasileño, que muchas veces son canalizadoras de la violencia generada por el machismo y la desigualdad social.

El uso de la primera persona por parte de Prenz, aparece para guiarnos por las calles polvorientas de la ciudad que los mismos habitantes llaman pueblo, que se convierten en enormes lodazales cuando llueve. Con un estilo claro que agiliza la lectura, típico del periodismo, y descripciones mínimas, el autor logra pinceladas que funcionan como disparadores para que la imaginación del lector complete el cuadro del lugar y sus pobladores.

La Misa del Diablo, editorial Tusquets, 2013, 248 páginas (Twitter).

La Misa del Diablo, editorial Tusquets, 2013, 248 páginas (Twitter).

El hecho de que el libro esté pensado a partir de un crimen que pasó casi desapercibido en los grandes medios de comunicación, recuerda a “A sangre fría”, de Truman Capote. Este, al igual que Prenz, llega a desentrañar el caso sólo a partir de la disección de la sociedad en que aconteció, que está configurada de una forma tal que no sorprendería que volviese a ocurrir algo similar.

Si bien la crónica de Prenz arroja luz sobre muchas aristas que se desprenden del crimen central, no tiene la intención de dar una versión completa de los hechos. Por el camino va dejando cabos sueltos, sin que esto le quite valor periodístico, porque no es la finalidad del trabajo llenar espacios vacíos de la causa. A través de sus páginas, se encuentra la pretendida objetividad del periodista que va a cubrir una noticia. Sin embargo, por momentos el autor deja entrever su manera de pensar y analizar distintos aspectos del hecho, ya sea desde las acotaciones en las entrevistas glosadas a imputados de la causa, hasta en su manera de “descalificar” a una mujer que cree ver una Virgen María en una mancha de humedad y en la pantalla de un celular.

En el libro se registran distintos géneros periodísticos, como el de crónica policial, la entrevista (en su forma clásica de pregunta-respuesta, y glosada), perfiles muy bien construidos sobre los involucrados; todo esto junto con declaraciones tomadas de la causa, extractos de noticias locales y citas de libros de antropología sobre la religión de la zona. Incluso, hay un capítulo dedicado a una somera descripción de personajes del folklore popular. Toda esta información, ayuda a la formulación de una idea general de Mercedes y su cultura, en el sentido más amplio.

El trabajo exhaustivo de Miguel Prenz pone en evidencia la corrupción e impunidad de los que ejercen el poder en el pueblo mercedeño y la complicidad no sólo de la gente directamente involucrada en los crímenes, sino también de toda población, que por miedo u otras razones que no terminan siendo claras, sólo se atreven a hablar del tema puertas adentro. Las imágenes explícitas, con las que el libro cuenta, de la crueldad de la que es capaz el ser humano, si bien fuertes por su crudeza, no son gratuitas. No están para alimentar la morbosidad del lector, sino para poner en su dimensión real lo ocurrido.

En resumen, el libro pone en un primer plano el funcionamiento de una sociedad corrompida, pobre, ignorante en muchos aspectos, y con una fuerte influencia de las creencias populares incorporadas de regiones aledañas a través del sincretismo presente desde la época de los jesuitas, que, analizado en conjunto, da un panorama muy completo de por qué se pudo dar un crimen como el de Ramoncito en pleno siglo XXI, en una ciudad de Corrientes.


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Es un paisano de Hurlingham, estudiante de Comunicación, crónico -que espera recibirse algún día-, maidenero de alma, simpsoniano de corazón -de las mejores temporadas, no las de ahora- y lector de memes virales.