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Los fundamentalistas de las series

El verdadero obsesionado con las series llega a su casa, luego de un largo día de trabajo o quizás de estudio, y lo único que tiene en mente al momento de poner la llave, girar la cerradura y abrir la puerta es mirar un capítulo de su serie. “Su” serie, porque así la llama. Se apropia, se convierte en dueño, la defiende contra todo, donde sea y como sea, con argumentos más que sorprendentes. Muchas veces cuentan con más información sobre lo que vendrá que el propio director.

Por lo general no mira una o dos; elige tres o más, y siempre tiene una de repuesto para cuando la principal finalice. Escucha atento y fascinado a quien sufre de su misma obsesión, y se pasa “info” sobre lugares estratégicos donde encontrar Wi-Fi para mirar en los ratos libres, por lo menos unos minutos del último capítulo y, si es necesario, desde el celular. Esta verdadera comunidad fanática emplea un lenguaje que sólo sus miembros comprenden. No importa el nombre de la serie: los fanáticos se referirán a ella solamente con una sigla: TWD (The Walking Dead), GOT (Games Of Thrones), HIMYM (How I Met Your Mother). Y lo que tampoco importa es lo ficticio de la trama, porque ellos siempre van a encontrar similitudes con la realidad.

Para el fanático desmedido de las series, un capítulo es una sesión de masajes. Lo siente así. Y claramente, no entiende cuando alguien no elige esa forma de relax. Te mira alarmado, con los ojos desorbitados y pregunta: “¿Pero vos qué haces para relajarte un rato?”.

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El niño opta por la pantalla; deja de lado su ovoide. (Twitter)

Los fundamentalistas de las series se convierten en recomendadores seriales. Si les pagaran por promocionarlas, cada uno de ellos sería millonario. No pueden entender, no logran concebir la idea de que la serie que en ese momento están siguiendo, a alguien no le interese. Se asombran, sus caras se transforman e inmediatamente hay que estar preparado para recibir un discurso sobre por qué es necesario mirarla. Pero peor aún si se logra tener la valentía de criticarla y admitir que a uno no le gusta. Eso sí que es un grave error. Se recomienda comenzar a correr. No hay lugar dentro de su entendimiento para alguien que no pueda apreciar, como ellos lo hacen, lo maravillosa, perfecta y fuera de lo común que es su serie de cabecera.

Este tipo de persona forma grupos de Whatsapp con nombres de capítulos o de palabras típicas de la serie (que sólo un iniciado de la secta entendería) para comentar el minuto a minuto. Los debates, muchas veces, se tornan aterradores. Las muertes de personajes y los finales de temporada son los preferidos para las amenazas del tipo: “¡Ah, no! Si pasa eso, ahora sí que no la miro nunca más”. Aunque eso no es todo: amistades de años se han terminado, familias se han disuelto y parejas han dejado de hablarse, tras considerar más grave que una traición no haber esperado a que el otro llegue a la casa para ver juntos el capítulo estreno. Claramente estamos frente a un padecimiento que se extiende día a día y atraviesa todas las generaciones. Los fundamentalistas de las series son cada vez más. Parece estar funcionando la técnica de la recomendación serial.


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Nacida en Capital Federal pero habitante toda su vida de José C. Paz, se considera dentro del 2% que no reniega de ello. Estudia comunicación hace poco más de 3 años y afirma que -dentro de su inseguridad- es de las pocas cosas que se encuentra muy segura en la vida. Siempre le parece un buen momento para ir al cine o para ver una serie. No discrimina, para ella todas merecen una oportunidad. Se describe como una fanática del café y de hacer todo a último momento, porque así, las cosas siempre le salen mejor. Reniega de su obsesión por explicar las cosas mil veces solo por las dudas y sueña con algún día vivir en el campo, pero con WI-FI para mirar sus series, obviamente.