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Comida no alimenticia

Malcomidos, de Soledad Barruti Planeta, 2013

Por Rodrigo Salmoiraghi

¿Se puede desconfiar de la calidad de un tomate grande, redondo, muy rojo y brillante, que se muestra en la góndola junto a otros ejemplares iguales? El grueso de la sociedad, por omisión o por ignorancia, no podría siquiera plantear una crítica hacia el majestuoso producto. No obstante, la periodista Soledad Barruti, en su libro Malcomidos, denuncia y expone las atrocidades agropecuarias, el desguace sociocultural y la desertificación de las zonas fértiles del país que la industria alimentaria promueve para llevar al supermercado ese tomate tan estético como tóxico.

La publicación de Barruti no arranca con la investigación periodística dura, sino con una historia familiar muy nostálgica. A fines de los ochenta, el dueño de la proveeduría del barrio de la periodista dejó de comprar pollos a pequeños granjeros y empezó a traer mercadería de las avícolas industriales. De un día para otro, aquella comida sabatina en la casa de los Barruti, que era mucho más que un almuerzo familiar, perdió su esencia. Jamás volvieron a paladear esa ave tan crocante, sabrosa y firme. Un pollo tecnificado, aunque insípido, con mayor concentración de agua y menos vitaminas, inundaba las mesas de los argentinos para instalarse, hasta el día de hoy, en la dieta diaria de la mayoría de la población.

tomate

Todos los tomates iguales: algo está mal. (Buenos Aires Market)

De la naturaleza a la transgénesis

Hasta mediados de la década del sesenta, Argentina utilizaba, en comparación con los países desarrollados, una ínfima porción de agroquímicos. Con el avance tecnológico, los productos netamente orgánicos fueron desapareciendo. La disparidad entre los pequeños y grandes productores allanó el camino de estos últimos para avanzar con sus negocios. El aluvión de pocas variedades de semillas transgénicas monopólicas en los noventa (con Monsanto como estandarte), y la aparición de nuevos agrotóxicos, remedios y fertilizantes, precarizaron la calidad de los alimentos y de los futuros consumidores.

El recorrido del libro abarca paradas en centros productivos de las provincias de Entre Ríos, Chaco, Córdoba, Santa Fe, el interior de Buenos Aires y Chiloé, en las costas del Pacífico chileno. Todos estos destinos, signados por las desigualdades que provoca, por ejemplo, el monocultivo de soja así como el hacinamiento vacuno en feedlots, se encuentran engarzados dentro de las siete partes del libro y sus ochenta subdivisiones metódicamente separadas.

9789504934530

Sudamericana, 440 páginas.

Más marginación y menos nutrientes

La desoladora imagen que describe Barruti de sus viajes está presente en casi todo el libro. Los campesinos, indígenas y pescadores, que bajo el régimen de las grandes empresas quedan englobados como “obreros”, sobreviven mientras son heridos por una lesión doble. La más evidente: la debacle económica que los destina a un futuro con cada vez menos posibilidades laborales. La segunda es la pérdida de su propia cultura, que les quita el elemento que los hacía distintos al resto. Los modos de recolección, cultivo y cosecha diversificada quedan aniquilados por la extracción de ganancia a corto plazo. En suma, los “obreros” quedan confinados a intentar no morir de hambre (por falta de dinero) o de aburrimiento (por la aculturación).

La vida acelerada en las grandes urbes necesita de la comida industrial. La ciudad, que vive atosigada por el tiempo, requiere los productos cargados de grasas saturadas, sodio y carbohidratos.  La autora, en uno de sus mayores aciertos, sostiene que el paladar del consumidor ya se acostumbró a una dieta sosa. Para “darle gusto”, se le agrega a las manufacturas, repletas de químicos, siderales cantidades de azúcar o sal: una bomba de tiempo para el corazón y las arterias.

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Hacinamiento y luces artificiales para el pollo de todos los días. (No Blog Oficial)

A lo largo de la publicación, Barruti recurre a numerosas fuentes que detalla en un anexo final. La periodista logró volcar, con éxito, cuán erosionada está la nutrición y lo destacó con una de las conclusiones del informe del Centro Orgánico de los Estados Unidos, en una comparación entre valores alimenticios: “Una persona debería comer tres manzanas en 1991 para suplir la cantidad de hierro que esa misma manzana hubiera tenido en 1940”. Los nutrientes del suelo ausentes en las frutas y verduras de consumo diario, en gran medida, son absorbidos por la soja para su crecimiento. La oleaginosa, que fue el bálsamo de dólares necesario para salir de la crisis del 2001, está en camino de secar los suelos pampeanos en 30 años y los chaqueños, en diez.

Una salida posible

Ante un escenario tan desalentador, Barruti considera que todavía hay tiempo para revertir la situación. Con dedicación y compromiso, es posible enarbolar la bandera del desarrollo ecológico. En el libro aparecen “héroes anónimos” que se rebelaron ante los poderosos de la industria alimentaria por el bien de su comunidad, que son tan diversos como policías, médicos, abogados, madres, científicos y periodistas independientes.

El texto, con su prosa simple y atrapante, es una publicación casi sin precedentes en el país. Barruti, a lo largo de 440 páginas, consigue presentar un tema poco difundido, con testimonios relevantes y datos significativos. La periodista aporta, desde su lugar, su granito de arena para que los lectores dejen de ignorar a ese tomate rojo y brilloso de la góndola que, cuando lo ingieren, los convierte en malcomidos.

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Más sal y grasas que hamburguesa. (La Vanguardia Digital)


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Periodista. Escribe sobre libros, aunque su título dice que lo hace sólo sobre deportes. Anda buscando un lugar en el mundo: por ahora en Los Polvorines. Actualmente, estudia comunicación en la Universidad Nacional de General Sarmiento. Algunos lo leyeron en Una Pizca Deportiva (UPD) y otros lo escucharon en Despegando. Pide por favor que próximamente, lo sigan en SuperXV.com.