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Los ciclos de la tierra

Tierra Arrasada, de Darío Aranda Sudamericana, 2015

Por Laura Godoy

Dos grandes preocupaciones son las que tiene Darío Aranda: la agenda ambiental y los problemas de los pueblos originarios. Como periodista de Página/12 y Mu, y desde 2010 también como escritor (publicó Argentina originaria: genocidios, saqueos y resistencias), su trabajo se centra en estas temáticas. Una aclaración importante para que el lector comprenda en qué consiste la especificidad de esta investigación: no es una denuncia ambientalista inocente al estilo Greenpeace. En Tierra arrasada el autor expone a los principales responsables de los desastres ecológicos siguiendo un razonamiento que ya había planteado Eduardo Galeano cuando dijo que “la generalización absuelve: si todos somos responsables, nadie lo es”. Estos responsables tienen nombre y apellido y engrosan una larga lista.

La tierra arrasada es aquella que, desde la época colonial, es explotada ambiciosamente por los poderes políticos y económicos. Ayer, oro y plata. Hoy, petróleo y soja. El territorio argentino es un mapa que Aranda va pinchando para indicar sitios de acuerdo a cómo los conflictos por el abuso de la tierra se manifiestan: Neuquén (Repsol- YPF, Chevron, comunidades mapuches), Santiago del Estero, Salta (deforestación, soja, expulsión indígena y campesina), Córdoba (agrotóxicos, Monsanto), Entre Ríos (las famosas pasteras), Catamarca (megaminería), y muchos sitios más. En cualquiera de estos lugares, la contaminación, el cáncer y los desalojos están a la orden del día.

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Más deforestación: más soja, pero menos vida. (Adribosch)

La denuncia de este libro es contra un modelo hegemónico de producción económica que se desentiende por completo de las consecuencias ambientales y sociales que ocasiona. Sostenido por empresas transnacionales en complicidad con funcionarios locales, el extractivismo no es una novedad, pero sí lo es la expansión que ha logrado en los últimos años a pesar de las resistencias que generó. Y acá es donde aparece la otra pata, porque además de denuncia hay una reivindicación de las luchas del pueblo organizado en defensa de sus derechos. La voz testigo de los afectados es el contrapunto del develamiento de los negociados, las leyes violadas y los discursos enmascarados. Quienes padecen en carne propia los efectos perniciosos, los cuentan, describen y relatan porque saben que no hay muchos lugares donde su palabra pueda encontrar cauce.

El tema está en la agenda social, lucha por imponerse mediante las presiones de la sociedad civil. Y también, trata de ser parte de la agenda mediática, aunque los medios tradicionales sean reticentes a reflejar esta realidad. Por eso, Aranda también reconoce como cómplices a los periodistas que desmerecen las protestas de los “ambientalistas”, como llaman a las Madres de Ituzaingó (agrupación del barrio Ituzaingó Anexo, de las afueras de Córdoba), porque sus reclamos atentan contra los intereses de las empresas que pautan con el diario para el cual escriben o con el canal que emite su programa. “Periodismo extractivo” denomina el autor a esta práctica tan anti-ética y tan naturalizada, quizás en referencia al afán de extraer del discurso social el valor de verdad de los enunciados propuestos por las víctimas -y sus familiares- de las fumigaciones con glifosato.

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Sudamericana, 432 páginas.

En cuanto a las características estilísticas, Aranda no tiene pretensiones. Leer Tierra Arrasada es como estar leyendo la libreta donde podemos imaginar que el autor anota los frutos de sus investigaciones. Pero resulta que podemos presentir que en algún momento algo de lo que se dice nos puede tocar a nosotros y ahí es cuando a uno le dan ganas de seguir leyendo, aunque el autor no plantee grandes metáforas o títulos repensados para impresionar. La información está postulada con crudeza, no existen los eufemismos. Pero sí hay una intención de darnos a entender que el inmenso trabajo de investigación realizado no requiere, para llegar al lector, de esfuerzos literarios, es suficiente una organización mínima de titulaciones y subtitulaciones para no perderse entre la avalancha de datos.

Si bien existen otras publicaciones que abordan estas problemáticas, se trata de trabajos académicos acotados. Los investigadores de la Universidad de Córdoba, por ejemplo, están produciendo conocimiento en torno a los agrotóxicos constantemente. La confluencia de los cuatro grandes hitos del extractivismo en una sola obra hace de este libro un material de consulta obligado para quienes desean continuar con la investigación. Casi como un manual del devenir de las políticas y actividades extractivas.

Si este libro fuera una novela, sería una con final abierto. El modelo de “desarrollo” económico se encuentra en pleno apogeo, no hay muestras de retroceso por parte de las empresas ni de los sectores políticos asociados. A su vez, tampoco retrocede la capacidad organizativa de las poblaciones afectadas. La “Argentina profunda”, como la llama Aranda, muy poco tiene que ver con los parámetros de sociedad, de familia o de ciudadano que nos muestra la TV. Sus problemas de inseguridad no implican que les roben el celular en la calle, sino que los despojen de sus tierras, o que una fumigación les provoque cáncer, o que una minera le sirva, sin previo aviso, cianuro con el agua de todos los días.

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Una Tierra sin tierra en camino. (Drooker)

Por todo esto, Tierra Arrasada es necesario. Responde a una mirada crítica sobre la perspectiva de un cambio de paradigma a nivel político que no se acaba de concretar. Invita a seguir indagando y exhibiendo los pormenores de relaciones económicas que no están abocadas al fortalecimiento de las comunidades que conviven con los proyectos que proponen. Es una muestra de que las prácticas neoliberales no fueron eliminadas un buen día, de una vez y para siempre. Y también, nos propone que hay voluntades fuertes que piensan que sobre lo que se ha arrasado también se puede construir.


Autores

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Casi, casi licenciada en comunicación. Creció en los 90, leyendo mucho, ensayando escribir de todo y consumiendo música en videos por TV, cuando no se sabía lo que era el streaming (sí, existió tal época). Ahora es docente de la escuela secundaria pública (de las que dejan tomar mate en el salón), investiga el fenómeno cultural de los sikuris urbanos y participa en un proyecto de cine comunitario dentro del Ciclo Reencuentros con Pueblos Originarios de la UNGS. Además es mamá, hija, hermana y amiga.