Cuando lo real trasciende lo macabro
Durante tres años y medio, Miguel Prenz se dedicó a la investigación de un crimen ritual, un suceso inédito en Argentina. La misa del diablo describe a fondo la muerte de Ramoncito, un niño mercedino de 11 años que fue sometido a los peores vejámenes imaginables.
Existe un tipo de horror que produce la industria del entretenimiento, el tradicional, ése al que ya estamos acostumbrados y se manifiesta en novelas, en cine, en el teatro, etc. Sabemos que la función de estas obras es asustarnos o causarnos miedo, pero también sabemos que estos efectos tienen la misma duración que sus obras. Una vez acabada la obra, el miedo se va y queda atrás. No hay nada que temer, pues todo es ficción. Pero también existe otro tipo de horror menos convencional, aunque mucho más potente. Es aquel que no nos permite escapar. Nos acompaña más allá de las obras y que se queda con nosotros. Es aquel horror que refleja nuestra realidad con la fuerza de la veracidad.
La misa del diablo recupera este segundo estilo con la sola narración de un hecho particular: el primer crimen ritual investigado en Argentina. Su autor, Miguel Prenz, nos aleja de las tradicionales crónicas policiales sobre crímenes comunes, para llevarnos por una compilación de datos verídicos y testimonios en los que se cruzan sectas religiosas, redes de narcotráfico e intereses políticos. El punto de convergencia de todas estas aristas es un crimen de proporciones dantescas, el crimen de Ramoncito.
La crónica nos ubica en Mercedes, provincia de Corrientes en octubre de 2006. Ése día se produjo el crimen de Ramón Ignacio González de once años. Ramoncito – Así le llamaban mercedinos- fue encontrado en el fondo de un terreno baldío, a unos metros de la terminal de ómnibus y a unas cuadras de la plaza principal. Llamar crimen al hecho es sólo una mera formalidad. Lo que en realidad sucedió trasciende los límites de lo macabro: el niño había sido drogado, violado, torturado y empalado en vida; mientras que su cuerpo fue desollado, mutilado y desmembrado.
La cabeza estaba separada de su cuerpo y colocada poco más arriba del hombro izquierdo. Le habían vaciado las cuencas de los ojos y le habían arrancado la lengua, mientras que cartílagos como la nariz y las orejas habían sido seccionados con algún material cortante. Además, parte del cuero cabelludo había sido cortado hasta el hueso, y en distintos sectores se podía ver el cráneo.
La investigación está guiada por el testimonio de una adolescente conocida como Ramonita. Ella es testigo clave del caso, y su relato nos cuenta las distintas etapas del calvario que sufrió su amigo Ramoncito. Narra, además, la forma en que la secta coptaba niños, menciona como se los utilizaba para la venta de drogas, para la explotación sexual y para rituales de magia negra. Sus palabras constituyen la columna vertebral del proceso judicial, e involucran a muchas más personas de las que finalmente fueron sentenciadas.
Cuando Miguel Prenz llega por primera vez a Mercedes, en 2009, ya han pasado casi dos años y medio desde que se cometiera el crimen. Su visita a la ciudad tiene, en primera instancia, la finalidad de escribir un libro que abra la ventana hacia una realidad que ha sido tempranamente cerrada por los medios masivos de comunicación. En segundo lugar, se plantea ampliar el horizonte de la investigación, ya que utiliza como guía los archivos judiciales del relato de Ramonita para recuperar las voces de todos los allí mencionados, e inclusive incluye testimonios de funcionarios públicos que estuvieron involucrados en la investigación del caso en todas sus etapas.
El acceso a cada uno de los entrevistados plantea un nuevo punto de vista, muestra otra perspectiva. Las versiones recogidas de los hechos son de una diversidad variopinta. Con frecuencia, los relatos colisionan entre sí. Los vecinos entrevistados se señalan unos a otros, exponen viejas rivalidades, y argumentan distintos tipos de responsabilidades. Hay imputados que prefieren callar, otros omiten datos, y algunos esconden intencionalmente sus propias verdades. Existen, también, informantes anónimos que prometen revelar la verdad absoluta del caso y aportan una diversidad de datos que no pueden ser probados.
El juicio fue llevado a cabo entre septiembre de 2010 y marzo de 2011. La sentencia judicial se produjo finalmente en marzo de 2011, a casi cinco años de la muerte de Ramoncito. En ella se condenó a prisión perpetua a siete personas. Al poco tiempo de dictada la sentencia, la justicia la extendió a tres personas más, dos de ellos fueron detenidos mientras que la tercera se encuentra prófuga. La investigación siguió la pista de datos aportados por Ramonita. Estos datos fueron clave para que la justicia pudiera apresar a los culpables. A pesar de todo, el testimonio de la adolescente dejó muchas incógnitas abiertas, respecto de personas mencionadas por ella que, o bien nunca fueron procesadas, o bien nunca pudieron ser identificadas.
La misa del diablo permite dos procesos por parte del lector: el primero es la construcción del paisaje político, social y económico de la ciudad correntina. Una ciudad donde existen desigualdades económicas que se traducen en estratos de poder. Los capitalistas condicionan (y en algunos casos controlan) el accionar de la justicia. Los funcionarios públicos son amenazados por mafias que atentan contra sus trabajos y contra sus vidas. Los humildes, por su parte, están bastante menos provistos de recursos que les permitan ejercer sus derechos o reclamar ante la ausencia del estado. Esta realidad está cruzada por redes de trata de menores, episodios de violencia familiar, ataques sexuales perpetrados contra mujeres y niños del pueblo, ritos umbanda y finalmente el narcotráfico. El segundo proceso, y quizás el más importante, es darse cuenta que, dentro de este contexto de desamparo social, complicidad política y predominio de la injusticia, la posibilidad de que el caso Ramoncito se repita nuevamente es casi inevitable.
Autores