Horowicz: “El año 1983 significó el establecimiento de la democracia de la derrota”
Pensador contemporáneo, marxista heterodoxo y opinador implacable son algunos de los epítetos que podrían usarse para presentar a Alejandro Horowicz. En efecto, todos ellos son perfectamente válidos, pero Horowicz es, ante todo, uno de los escritores más perspicaces de la historiografía política argentina. Durante esta entrevista, el autor recuerda, a poco más de 30 años de su publicación, su primer libro: Los cuatro peronismos (Edhasa). En este clásico del pensamiento nacional, analiza la aparición y transformación del peronismo con un rigor y una vigencia que son claves para entender el presente y vislumbrar el futuro de nuestro país.
- Los cuatro peronismos ofrece una descripción detallada de cuatro momentos políticos que responden a un origen común. ¿Cómo se inicia este recorrido?
- A partir del '43 hay un cambio de ciclo histórico, de hegemonía política a escala global y un cambio de las alineaciones de fuerzas internacionales. El GOU (Grupo de Oficiales Unidos) expresa eso. Perón encabeza el GOU porque entiende un problema absolutamente moderno: la relación con el movimiento obrero. Y al ver que el fascismo no podía ser una carta para la transformación política, implementa el Welfare State (Estado de Bienestar), que es la continuación del New Deal de Roosevelt en EEUU.
- El segundo peronismo sucede a partir del Golpe de Estado de 1955. ¿Puede decirse que no cristaliza en ningún líder concreto?
- Cristaliza en un líder relativo que es Vandor: líder de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) y dirigente sindical peronista más importante de la época. El secreto del segundo peronismo y de la burocracia sindical peronista era que le venía fantástico que Perón viviera en Madrid. Esto era el secreto del poder. Era un poder vicario. Perón era el referente general de los trabajadores, pero como no estaba acá, la política la decidían los sindicalistas, y querían usar esta capacidad de decisión como un instrumento de negociación con el poder militar.
- Respecto al tercer peronismo, que abarca desde la vuelta definitiva de Perón hasta su muerte, ¿qué considerás que es lo más relevante en ese periodo?
- Perón no quería ser presidente de una emulación de la Revolución Cubana. Durante este periodo trató de anexar a capitalistas y trabajadores por medio del llamado “pacto social”. Dicho pacto, que imponía precios máximos a los comerciantes y un congelamiento salarial por dos años, se ve boicoteado por la actividad en negro. En consecuencia, el sistema de recaudación y toda la lógica que el Estado impone se fue al tacho. Mientras Perón estaba vivo, más o menos se respetó, funcionó el acuerdo. No bien Perón se muere, se muere el acuerdo. Y en ese momento se disparó todo.
- El cuarto peronismo comienza luego de la muerte de Perón, y se desarrolla a partir de la asunción de Isabel…
- Sí, quien ocupó un lugar falso desde la propia estructura, ya que era simplemente la compañera de Perón puesta allí a dedo por él. Aquí se produjo un giro a la derecha, tanto político como económico, que fue consecuencia de intereses del bloque dominante y de un contexto internacional muy difícil de contrarrestar. Ahí se inicia la política de la Triple A y va a terminar recién con el ingreso de las Fuerzas Armadas a la represión.
- En el año 1976 se produce el último Golpe de Estado y se instala la última dictadura militar. La primera edición de tu libro se publicó en 1985; supongo que lo habrás empezado a escribir unos años antes. ¿Qué te motivó a escribirlo?
- Empecé a escribir para no volverme loco. Mientras estuve en la actividad política expresé una voluntad de enfrentar un orden que era más que evidente lo que se proponía hacer. Los objetivos de la dictadura de 1976 no eran sólo el exterminio de toda forma de oposición política sino, además, la liquidación de la idea de un país que fuera soberano y que pudiera decidir su propio destino. Y esa posibilidad de oponerme finalmente se termina.
- ¿Por qué termina esa posibilidad de oposición?
- Yo formaba parte de la organización populista Poder Obrero. Y en determinado momento esta organización ya no estaba en condiciones ni de sostenerse elementalmente. Entonces, en esas circunstancias, en esa condición, yo me doy cuenta que lo único que tengo para hacer es una explicación de la derrota.
- Y esa explicación de la derrota se plasma en la confección del libro.
- Exactamente. Lo hice para no volverme loco porque era francamente muy difícil sobrevivir, no ya biológicamente, sino con alguna clase de aspiración de transformar la sociedad. Y para seguir hace falta una razón. Un libro puede ser, en ciertas condiciones, la razón. Fue como una vía de escape de todo eso que estaba sucediendo.
- En el año 1983 retornó la democracia a la Argentina, y, si bien se produjo un gran cambio político, fue muy poco lo que el gobierno radical pudo cambiar en el plano económico. ¿Cuál es tu opinión sobre esta cuestión?
- En realidad 1983 no fue el restablecimiento de la democracia, sino que fue el establecimiento de la democracia de la derrota. Esto es, que votaras lo que votaras, los mismos hacían lo mismo. Era como nadar contra la corriente. Y esa corriente era muy fuerte y muy poquititos se proponían nadar contra ella.
- Si históricamente los máximos representantes del Partido Justicialista enarbolaban las banderas de la igualdad social y la redistribución del ingreso, ¿por qué crees que Menem, en ese momento, se pliega a lo que impone el Consenso de Washington?
- Menem ganó las elecciones en 1989, el mismo año en que cae el muro de Berlín. En ese momento hubo un cambio general de la sociedad del planeta Tierra. Isabel había expresado ese cambio interno en el '75. Estábamos en presencia de un cuarto peronismo reforzado por una nueva tendencia internacional que marchaba conforme al neoliberalismo. De modo que para mí esto no tenía la más mínima sorpresa. Yo saco Los Cuatro Peronismos en 1985, y cuando sale la cuarta edición en 1991, con pleno Menem instalado, no tengo que corregir una letra porque era la continuación de lo que había comenzado en el '74.
- ¿No existe entonces un quinto peronismo?
- Para nada. Un quinto peronismo supone un nuevo programa del partido en el Estado, y ese programa no existe. Para que existiera habría que inventar un programa nuevo. Pero estos inventos, en tanto y en cuanto no tengan el consenso de ningún segmento decisivo del bloque de clases dominantes, no pueden ser posibles.
- ¿Por qué el kirchnerismo no supuso ese cambio?
- Porque el kirchnerismo fue simplemente el intento de sobrevivir en las condiciones donde el programa anterior es inaplicable. Para surgir como un quinto peronismo, tendría que plantearse la constitución de una nueva clase dominante en Argentina. Y una nueva clase dominante en Argentina es una transformación revolucionaria que está muy, pero muy lejos de cualquier ideal kirchnerista.
EL ENTREVISTADO
Nació en Buenos Aires en 1949. Es ensayista y doctor en Ciencias Sociales de la UBA, donde, desde 1997, es titular de la cátedra Los Cambios en el Sistema Político Mundial, en la Carrera de Sociología. Publicó numerosos artículos especializados y dictó seminarios universitarios. Dirigió la colección Espejo de la Argentina (Editorial Planeta) y actualmente es Director del Proyecto de EMECE Editores, Historia Crítica de la Literatura Argentina, a cargo de Noé Jitrik. Fue columnista de las revistas Competencia y Primera Plana, de los diarios La Opinión, Clarín, Sur, Perfil, BAE, y director de la revista Consignas. En la actualidad escribe en Tiempo Argentino. Ha publicado, entre otros, los libros El país que estalló. Antecedentes para una historia argentina (1806- 1820), Tomo I y Tomo II (Sudamericana, 2005); Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina (Paidós, 2002), junto a otros autores; y Las dictaduras argentinas (Edhasa, 2013). Por esta obra, en el mismo año de su publicación obtuvo el Segundo Premio en la categoría Ensayo Sociológico de los Premios Nacionales.
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