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La Masacre de Fátima (20 de agosto de 1976)

Por Lucía Zugasti.

En los pasados días 19 y 20 de agosto se cumplieron 40 años de la masacre de Fátima. Nefasto y repudiable acontecimiento ocurrido durante el año 1976 donde 30 personas fueron asesinadas con disparos de arma de fuego en la cabeza, y posteriormente sus cuerpos dinamitados con explosivos en el kilómetro 62 de la ruta 8, correspondiente a la localidad de Fátima, partido de Pilar. Anteriormente habían estado ilegalmente detenidas en la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal.

Tras la dictadura, en un primer momento, sólo cinco víctimas fueron identificadas luego de la exhumación: Inés Nocetti, Ramón Lorenzo Vélez, Ángel Osvaldo Leiva, Alberto Evaristo Comas y Conrado Alzogaray. Finalmente, se lograría conocer la identidad de otras víctimas más gracias al trabajo de EAAF -Equipo Argentino de Antropología Forense-: Susana Elena Pedrini de Bronzel, José Daniel Bronzel, Selma Julia Ocampo, Carmen Carnaghi, Haydeé Rosa Cirullo de Carnaghi, Norma Susana Fontini, Jorge Daniel Argente, Horacio Oscar García Gastelú, Juan Carlos Vera, Carlos Raúl Pargas y Ricardo José Herrera Carrizo.  Sin embargo, aún falta definir la identidad  de varias de las víctimas. Los responsables fueron condenados por este hecho el 18 de julio de 2008, allí los policías federales Juan Carlos Lapuyole y Carlos Gallone recibieron la prisión perpetua.

La memoria. Qué proceso tan complejo y necesario para crecer implica el hecho de hacer memoria. Todos necesitamos recordar el pasado, para actuar en consecuencia en el presente, y orientarnos hacia el futuro. Todos. Como individuos y como sociedad. Por medio de la memoria individual recordamos las experiencias que nos involucran como seres únicos, pero participamos de la memoria colectiva, que le da sentido a lo que alguna vez vivimos como sociedad. En la memoria colectiva, los recuerdos, las vivencias de uno, se unen con las de los pares. Las experiencias propias se fusionan con las de todos aquellos que vivieron en el mismo contexto. Siempre se necesita del otro para construir la memoria colectiva, porque esta nace sólo cuando todos recordamos, cuando todos decidimos no olvidar el camino recorrido que, indefectiblemente se cruza y se une con los de los hermanos, porque quitando los detalles específicos de cada caso individual, reconocemos algo profundo en común.

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Clarín del sábado 21 de agosto de 1976, día posterior a la tragedia. (Twitter)

Compartimos algo que nos une con un lazo inquebrantable porque la acción de recordar puede tornarse realmente difícil y dolorosa cuando se trata de las peores experiencias comunes de nuestras vidas, pero convirtiendo el dolor en un poder reivindicador se puede lograr que nunca vuelva a suceder lo que tanto nos lastimó.

Por más difícil que se torne el acto de recordar, no podemos bajar los brazos porque el otro nos necesita. Nos necesita porque cada uno por su cuenta, como ser individual, no logra nada. Nos necesita porque el único héroe es el héroe colectivo, el que constituimos entre todos. Tal como dijo Ernesto Sabato claramente en su libro La resistencia, “uno no se atreve cuando está solo y aislado, pero si puede hacerlo si se ha hundido tanto en la realidad de los otros que no puede volverse atrás”.

Hechos como este crimen aberrante no pueden volver a ocurrir nunca más. Nosotros no podemos volver atrás, tenemos que avanzar. Porque anhelamos un mundo más justo,  en el que la realización individual se experimente en la realización colectiva, en el que la realización de unos pocos no condene a muchos. Eso era justamente por lo que nuestros compañeros luchaban en ese entonces, un sueño. Un gran sueño colectivo.


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