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“Ninguna persona debería ir a una guerra”

Luís Alberto Banconcellos, ex combatiente de Malvinas, clase 62, casado, tres hijos, trabaja en el rubro metalúrgico. Nació en la provincia de Corrientes, en el pueblo de La Cruz, hace 57 años, a unos pocos kilómetros de Paso de los Libres, ciudad donde le tocó cumplir con el servicio militar. Cuenta: “No tenía ni idea para qué me llamaban. Había salido de baja en febrero y me volvieron a citar en abril”. Respecto de su rol en el conflicto, aclara: “Manejaba y disparaba armamento pesado como cañones y morteros”. Beto, como lo llaman, regresó al continente luego de su experiencia que, desafortunadamente para él, fue un antes y un después: Malvinas cambió para siempre su vida.

¿Se acuerda del momento en que le llegó la citación? ¿Sabía para qué lo llamaban?

Recuerdo que estaba en Corrientes, en mi casa, en el campo. Había salido en la primera baja y mis compañeros habían quedado en el Regimiento. Al quedar ellos allá, era como si yo todavía estuviera en el Ejército, pero si había algún conflicto, debía volver. Yo había salido de baja en febrero y me volvieron a llamar en abril. La verdad, no tuve ni idea para que me llamaban, me fui pensando que iba a permanecer en el cuartel, nada más. Una vez que me presenté, me dijeron que me pusiera la ropa porque al otro día salía para Comodoro Rivadavia y, como uno es joven, sale y se va sin pensar mucho.

¿En qué medio y cómo fue el traslado desde su lugar de origen hasta Malvinas? ¿Qué sensación tuvo al pisar los suelos de las Islas?

Del cuartel, en Pasos de los Libres, fui un tramo en camión, luego viajé en tren hasta que llegamos nuevamente en camión a Comodoro Rivadavia. Salimos un domingo y llegamos al otro domingo. Para mí no iba a pasar nada, tuve la sensación de que íbamos a estar un solo día para conocer Malvinas y que los ingleses nunca iban a llegar a las Islas, hasta que empezamos a tener los combates y vi que la sensación iba a hacer otra.

¿Qué rol cumplió en Malvinas? ¿Estuvo en los enfrentamientos? ¿Participó en alguno de ellos? ¿De qué forma?

Yo manejaba y disparaba cañones y morteros, también los preparaba y los abastecía. Era todo armamento pesado y esa fue mi tarea. La infantería estaba por delante nuestro, atrás estábamos los que tirábamos con armamento pesado. Tuvimos ataques aéreos. Por las noches teníamos bombardeos desde los barcos que se encontraban en el mar, durante 10 o 15 días previos a los enfrentamientos. Sentíamos los bombardeos desde el mar, y nosotros nos refugiábamos en los pozos y a esperar allí dentro, porque no teníamos manera de responder cuando los bombardeos provenían desde el agua.  

¿En qué zona de Malvinas combatió usted?

Combatí en Puerto Darwin, muy cerca del Estrecho San Carlos. Ellos atacaron fuertemente Puerto Ganso Verde, fueron los argentinos que más sufrieron durante la guerra, por las noches no se veía nada y había que rogar que las bombas no cayeran cerca de los refugios porque no había manera de hacerles frente. Una vez se intentó contraatacar con un cañón, los ingleses respondieron, con la diferencia de que sus bombas buscaban el calor y cayó justo donde se encontraba nuestra posición y produjo muchas bajas. Por eso no se intentó hacer más maniobras por las noches.

¿Hicieron trincheras? ¿Cómo era vivir en ellas y cuántos soldados había en cada una?

Todos teníamos nuestras trincheras, nos servían para refugiarnos de los bombardeos. Salíamos corriendo hacia ellas durante los ataques nocturnos, había medio metro de agua, agua congelada por la nieve, que nos llegaba hasta las rodillas. Por pozo éramos dos soldados y los construíamos cada 10 o 15 metros aproximadamente uno de otro. Durante el día había una cueva de zorro que se le ponía un techo de chapa y allí se hacía fuego para que nos calentáramos un poco.

Luego de un bombardeo, ¿Qué hacían al otro día, salían a revisar los daños?

Al día siguiente, salíamos a ver dónde habían caído las bombas, si lo habían hecho cerca o si lo habían hecho lejos. Una noche, nuestro grupo comando apresó a tres ingleses en una de las montañas que se encontraban cerca de dónde estábamos. Uno de ellos murió y los otros dos se entregaron, estos tenían el mapa de las posiciones nuestras. De día sus aviones al pasar nos sacaban fotos, por eso sabían el lugar exacto donde bombardearnos. Esa noche nos atacaron, pero sus bombas cayeron a 50 metros al frente de cada posición, esos espías fueron los que por radio les decían las ubicaciones exactas nuestras.

¿Cómo funcionaron nuestros fusiles? ¿Con respecto al armamento pesado, tenían un blanco fijo dónde apuntar? ¿Cómo respondían los ingleses?

Fuimos preparados a Malvinas pero sin armamentos, sin armas es muy difícil ir a una guerra. La mayoría de los fusiles fallaron, fueron un desastre, nos dieron los mismos con los que habíamos hecho instrucción y así mismo, los llevaron a las Islas. Esos fusiles pasaron por el barro, por la arena. Eran obsoletos. Nuestro armamento no estaba preparado para apuntar blancos fijos, disparábamos hasta una cierta distancia, es decir, nos decían apunten acá, y tirábamos hacia allí. Ellos respondían con armamento pesado. Su infantería con sus fusiles, sus ametralladoras... Era impresionante el armamento que tenían y observando el nuestro, no había ningún punto de comparación.

¿Pensó en algún momento en la posibilidad de que podía llegar a morir? ¿Vio morir a algunos de sus compañeros? ¿En qué circunstancias?

Sí, la sensación que tuve al principio fue que estaba de paseo por Malvinas, pero cuando empecé a ver que mis compañeros iban muriendo, tomé conciencia y me agarró mucho miedo. Algunos murieron muy cerca, a unos 5 metros, vi como las bombas les habían  reventado los tímpanos, corría para socorrerlos pero al ver que estaban muertos, no podía hacer nada. Una vez fallecidos, los suboficiales se encargaban de sepultarlos en el cementerio. Por eso había que estar muy atentos cuando los aviones arrojaban sus bombas. Del cuartel al que yo pertenecía murieron 8 soldados en combate cuerpo a cuerpo, y otros tantos también por los bombardeos aéreos. 

En esos momentos, ¿Sentía impotencia usted y también por lo que les pasaba a sus compañeros?

¡No!, no creo que un chico de 20 años pudiera sentir impotencia. La impotencia me agarró después, pero yo no la sentí en el momento, por ahí, mis compañeros sí. Con 20 años, no creo. Hoy veo a mi hijo que tiene 20 años, le dicen, vamos para allá, sale y se va. La impotencia te agarra después al ver las injusticias, en especial, cuando veía a mis compañeros heridos, que no tuvieron el apoyo que correspondía. Entiendo que si vas a una guerra, al menos, deberían haber llevado los elementos necesarios para los primeros auxilios.

¿Se alimentaban bien? ¿Qué les daban de comer?

Estaba en la zona de rancho, no la pasé tan mal con respecto a la comida porque en ese lugar la elaboraban. Hubo compañeros que sí la pasaron mal, cuando les llegaba la sopa ya estaba fría. Era una comida al día nada más, a veces había cordero con agua y un poco de fideos. Todo dependía de la zona que te encontrabas en cuanto a la cantidad que recibías. Los que estaban lejos casi no les llegaba. El mate cocido era una bolsa de 20 kilos de yerba que lo ponían en un tacho de 200 litros hasta que daba el color, así todos los días con la misma bolsa. Al principio tenía azúcar, después ya no. Muchos compañeros estuvieron muy desnutridos y tuvieron que ser internados por ese motivo.

¿Estaban bien abrigados? ¿Podían dormir bien? ¿A qué hora se acostaban?

Teníamos una carpa, una bolsa de dormir y una manta, todo en medio de la nieve. Muy poco abrigo: una campera, dos pares de medias para todo el conflicto y nada más. Nos acostábamos como a las 20. Había noches que arrancaban los ataques temprano, volábamos a los pozos y amanecíamos allí. Al otro día, si estaba tranquilo, podíamos dormir un poco más. Pero a todo eso, había que sumarle el frío, hubo días de mucho viento que tampoco nos dejaba dormir, y estando en los pozos muchas veces no había forma de que nos secáramos, por eso muchos compañeros sufrieron de congelamiento.

Fotografía de Duncan Kidd

¿En qué circunstancias y de qué manera se enteró de que la guerra había terminado?

Empezó el combate como a las 12 de la noche, combatimos junto a la infantería que se encontraban por delante nuestro, y nosotros por detrás con los cañones. Nos replegamos como a las 4 de la mañana, y como a las 6, nos dijeron que teníamos que rendirnos. Llegó la orden del general y por medio del capitán, nos avisaron que teníamos que reunirnos en un solo lugar porque habíamos perdido las Malvinas. También se había perdido Puerto Ganso Verde, Puerto Darwin y Puerto Argentino. La última orden fue que levantáramos los fusiles porque ya estábamos rendidos.

En el momento de rendición, ¿cómo fue el trato de los ingleses hacia usted y sus         compañeros?

Los ingleses nos trataron muy bien. En su momento teníamos miedo, pero después de que embarcamos en el Canberra nos trataron bien, un excelente trato. Nos dieron de comer, camarotes para 4 personas, nos permitieron bañarnos, ya que hacía dos meses que no lo hacíamos. En cada pasillo había un guardia pero nunca hubo un maltrato, fueron buenos. Los compañeros que hablaban inglés podían comunicarse con ellos, yo no porque no sabía hablar en inglés. 

Al estar prisioneros, ¿pensó que los podían llevar a otro lado y no a la Argentina?

Los ingleses nos aclararon que estábamos prisioneros, que nos quedáramos tranquilos porque íbamos rumbo a la Argentina. Viajamos como uno o dos días, luego nos dieron la noticia que el barco no avanzaba más porque Galtieri había dado la orden para que el buque inglés no se acercara al puerto argentino. Después nos avisaron que Galtieri había renunciado y que asumía Bignone. A partir de ese momento recién dieron la orden para que el buque llegara al país.

¿Cómo fue su regreso al continente?

Primero, mucha alegría porque volvés a ver a tu familia, pero después vino el problema porque no tuvimos mucha atención. Llegamos un 20 de junio a General Lemos, en la localidad de Polvorines, dónde permanecimos 4 días, después nos trasladaron a Pasos de los Libres en Corriente y estuvimos 3 días. Recién ahí nos permitieron volver a nuestras casas.

¿Qué cree que hizo mal el Estado argentino, ahora que pasó mucho tiempo?

El último día que entraron en combates mis compañeros de infantería, aproximadamente 1000 soldados, 400 volvieron sin fusil porque no le sirvieron más, eran fusiles viejos. Otro tema que a mí me quedó grabado en la cabeza fue tener que ir a visitar al hospital a los compañeros que estaban internados. No tenían medicamentos, sufrían muchísimo, tampoco tenían para comer. Si no se morían a causa de las heridas, era por el hambre. Un día me tocó llevarles la comida a mis compañeros de cuartel, eran 20. Cerca de ahí  había como 500 soldados que estaban internados en un galpón, sin comida, sin medicina, sin nada, eso fue algo que me quedó grabado para toda la vida.

¿Recibió alguna vez ayuda o compensación por parte del Estado? ¿Cómo lo vive hoy después de tantos años?

Cobro la pensión nacional que la tengo desde esa época. Después tengo una pensión por discapacidad por haber participado en la guerra. No las recibí inmediatamente. En el tiempo de Alfonsín me otorgaron una mínima que me ayudó en ese momento. Luego estuve un poco mejor durante el gobierno de Kirchner, cuando nos dieron un porcentaje más y un retroactivo que nos ayudó a todos. En realidad, yo te doy la nota a vos porque sos vos. A mí no me gusta asistir a ningún acto ni a nada por el estilo, porque no me hace bien, me trae consecuencias después. Por eso nunca participo de los homenajes, ni de una nota ni nada que tenga que ver con Malvinas. No me gusta hablar del tema.

¿Le ha quedado alguna secuela o consecuencia por haber participado en la guerra?

Al principio, sí. Yo, al vivir en el campo, no tenía tanto ruido como acá en la ciudad, pero cuando había días de trueno o de mal tiempo, me levantaba de la cama corriendo pensando que era un tiroteo. Luego de a poco me fui tranquilizando, sin psicólogos, sin ninguna ayuda, lo fui superando con el esfuerzo de toda mi familia. Muchos de mis compañeros no tuvieron la misma suerte. Hice un tratamiento psicológico estando acá en Buenos Aires, pero no me ayudó mucho y lo abandoné porque era como recordar todo lo que había vivido allá y no me convenció demasiado, por eso no fui más.

Si hoy tuviera que definir qué fue Malvinas para usted, ¿qué diría?

Para los combatientes fue un desastre, muchos quedaron muy mal psicológicamente. Por otro lado, muchos perdieron un dedo o les amputaron un pie por el frío. También por sus padres, principalmente por aquellos chicos que no volvieron… y ahora que tengo hijos, no sé qué me pasaría hoy a mí si alguno de ellos tuviera que ir a una guerra. Realmente no sé cómo la pasaron mis padres sin mí, nunca lo supe. Todos los que tienen hijos, como por ejemplo el mío que ahora tiene 20 años, jamás querrían que estuviera en un conflicto, tampoco un sobrino. En realidad, no me gustaría que nadie lo sufriera. Ninguna persona debería ir a una guerra.


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