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La danza es el lenguaje del alma*

Al bailar, la imaginación y las emociones se ponen en juego, aún más en los niños y niñas. Ellos exploran día a día su alrededor y su cuerpo con el que encuentran otras maneras de expresarse, alternativas a la comunicación oral.  

Cada fin de año llegan papás a inscribir a sus hijas en la compañía de danza para el año entrante. Danza no es únicamente el ballet clásico, sino también todas las expresiones artísticas de las que el cuerpo es el instrumento, y que ponen en juego una técnica, un estilo, un ritmo y una dinámica determinada. Desde una perspectiva elitista y retrógrada se considera que danza es sólo la clásica, pero también está el jazz, la moderna, la contemporánea, la libre e incluso las danzas urbanas. 

Los papás de Sol la anotaron primero en danza jazz, y luego empezó danza clásica. Ellos contaban que la nena de 5 años bailaba frecuentemente en su casa y que, además, su psicóloga les había recomendado que realizara otra actividad que le despertara interés para explorar otros ámbitos de sociabilización.

La danza es una actividad grupal que genera una dinámica de interacción entre los participantes, promueve cualidades de pertenencia, colaboración, respeto y compañerismo que se ponen en juego en cada clase y en cada ensayo. Todos los niños y niñas a través de lo lúdico pueden realizar danza y comunicarse a través del cuerpo. 

La mamá explicó que Sol tiene mutismo selectivo y que probablemente ella no hable en ninguna clase y que ni siquiera exprese que necesita ir al baño. El mutismo selectivo es un síntoma que se presenta por determinado período de tiempo y que puede ser provocado por los trastornos de ansiedad: el niño no se expresa oralmente en determinadas situaciones, aunque tiene la habilidad para hacerlo. Pero este trastorno puede tomar diferentes niveles de expresión y afectación social, por ejemplo, muchos niños y niñas disfrutan de jugar con amigos, mientras permanecen en silencio, otros desarrollan una comunicación alternativa a través de gestos y miradas y así establecen vínculos con otros amigos y en otros casos no participan de ninguna interacción social por sentirse incómodos. 

Una profesional de la salud mental explicaba que hacer diagnósticos en la infancia es complejo, porque el aparato psíquico de los niños está en constitución, puede ser un momento de una etapa y luego se puede cambiar y modificar. Pero por lo pronto, según la ficha de salud que completaron los papás para el estudio de danza, la pequeña sufre de “Trastorno de ansiedad. Mutismo selectivo”. 

El mutismo es más común en niñas que en niños, es un caso raro que afecta a uno de cada mil y suele hacerse visible cuando el pequeño ingresa a la escuela, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV y DSM-V.

Este síntoma se presentó así en el caso de Sol, pues según comentaban sus papás, no se manifestaba oralmente en el jardín pero sí en su casa. Su incorporación a las clases de danza sería un gran desafío, sobre todo el de poder establecer ese vínculo de confianza que impida que aparezcan la inhibición y timidez extremas típicas de este síntoma.

Antes de comenzar la primera clase la mamá de Sol manifestaba: “No creo que se quede, ella es muy tímida”. Pero Sol se quedó. Su cuerpito estaba rígido, tenía miedo de inclinar su cabeza y de realizar ejercicios en el suelo, por lo que le costaba manejar los distintos niveles que se utilizan en la danza. Sin embargo la clase se desarrolló sin grandes inconvenientes.

Fotografía-Hal-Gatewood

Con el paso de las clases y la utilización de ejercicios que implican el juego, como la ronda o la imitación de animales, la nena se fue relajando y comenzó a manifestar risas y gestos. 

Sol no hablaba, pero tomaba de la mano a una de sus compañeras y entraba al salón a practicar las secuencias antes de que comenzara la clase. No hablaba, pero su cuerpo decía lo muy feliz que estaba sentada al lado de las otras nenas en el descanso, escuchaba con atención lo que contaban y se reía con los chistes. Nadie la presionaba para que hablara, pero todas sus compañeras la ayudaban a servirse agua, a ponerse sus zapatillas, jamás fue dejada de lado por su condición. Cada clase denotaba la importancia de la grupalidad, del aprendizaje en conjunto producto del interjuego de todos los miembros, tanto alumnas como profesoras. 

Con el correr de los meses se acercaba la primera presentación del grupo en el teatro, en el marco de un evento de danza al cual la compañía había sido invitada a asistir. Todas las nenas querían bailar, inclusive Sol demostraba felicidad cuando se hablaba del tema. 

La mamá de la pequeña bailarina decía: “Sol nos muestra todos los días las coreografías, a nosotros, a sus abuelos, a todos”. Pero como Solcito no había participado en ningún acto escolar, sus papás tenían miedo de que no pudiera hacerlo. La profe de danza, en cambio estaba tranquila: “Ella va a bailar, quédense tranquilos, porque ella quiere hacerlo y sabe la coreografía, confiemos en ella”. La mamá respondió: “Me dice que ella va a bailar porque sus compañeras y las seños la van a cuidar”. 

En los ensayos la profe ya comenzaba a contar cómo sería la experiencia de subir a un escenario que tiene sus particularidades, genera un éxtasis y una serie de sentimientos que solo el artista conoce, algo difícil de explicar a quien es ajeno al mundo teatral pero que seguramente ellas iban a sentir. Se prenderían las luces y se abriría el telón, y ahí estarían ellas con sus vestuario con lentejuelas y los brillitos en los ojos que tanto les gusta ponerse. Sus profesoras estarían en las bambalinas acompañándolas para darles apoyo y motivación. Sería el momento de mostrarle al público todo lo aprendido y, sobre todo, disfrutar lo que hacían con sus compañeras. Si al fin y al cabo ellas no estaban felices, carecía bastante de sentido la experiencia.  

El último ensayo tuvo mezcla de ansiedad y emoción, la mayoría de las nenas iban a bailar por primera vez en un escenario. Sacaron una foto de toda la compañía, chiquitas, grandes, nuevas y viejas, y las bailarinas del grupo infantil comenzaban a prepararse para irse. 

Una de las profesoras ayudó a Sol a ponerse sus zapatillas porque le resultaba difícil hacerlo sola.  

- “¡Que lindas estas zapatillas Sol!”, dijo la profesora. 

- “Me las compró mi mamá, estoy emocionada”, dijo Sol. 

No hubo momento más especial que ése. 

Sol le hablaba por primera vez a alguien de danza y, como si fuese poco, con total espontaneidad expresaba su felicidad por ir al teatro. Eran frases inesperadas que nacieron en un momento insólito pero que demostraban confianza, y Sol le ganaba un round al mutismo.

- “Son realmente muy bonitas, que bueno que estás contenta de bailar en el teatro, ya falta poquito”, agregó su profe. Sol asintió con la cabeza y esbozó una gran sonrisa. 

Se había logrado mucho en muy poco tiempo. Ella había podido integrarse a un grupo en el que no era diferente por no hablar, más bien era muy igual a todas las otras nenas. Apenas alcanzaba la barra pero se tomaba de ella y se miraba en el espejo con su rodete, sus medias rosadas, sus medias puntas negras y se sentía una verdadera bailarina.

El arte juega un papel muy importante para que los niños puedas expresar sus sentimientos, deseos o miedos con otros lenguajes. Muchas veces los estudios de danza ocupan un vacío institucional, ya que la escuela convencional con sus estándares y normalización permite la expresión oral o escrita, todos los niños y niñas deben leer en voz alta y pasar al pizarrón, pero también se sabe que no todos los chicos son iguales, cada niño se expresa de una forma diferente y eso permite que cada uno tenga una luz propia.

Incluso hay escuelas que desarrollan programas de Intensificación en Artes como Teatro, Danza, Plástica y Medios Audiovisuales para que los niños y niñas a través de distintos juegos puedan experimentar otras habilidades comunicativas, expresivas y enriquezcan su cultura. En este tipo de escuelas hay doble jornada y las materias y contenidos básicos son articulados y complementados a partir de una perspectiva artística. Allí no se busca formar artistas, el objetivo es que los niños y niñas puedan tener otro acercamiento a la cultura y a las diversas expresiones artísticas. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay 23 escuelas de Intensificación en Artes pero no se encuentran otras, por ejemplo, en el Gran Buenos Aires.

Tal vez este tipo de escuelas con programas complementarios contribuyan en casos como este, donde una niña necesita de otras herramientas y otros espacios de sociabilización que la estimulen e incentiven a participar y que, en consecuencia, le permitan desarrollar sus capacidades.  

Su clase de danza se volvía ese espacio que le otorgaba comodidad para poder divertirse además de aprender una disciplina. Ensayo tras ensayo progresaba su ejecución, su calidad de movimiento, su utilización del espacio gracias a la atención que prestaba frecuentemente a las explicaciones, motivada por la idea de bailar la coreografía en el escenario. 

Llegó el día de la presentación en el teatro. Los bailarines en camarines, los padres de Sol con la incertidumbre de cómo se encontraría ella. No sabían aúnn que su hija es sentía como un pez en el agua junto a las demás. Muchas veces los chicos les enseñan a los adultos, ellos ven las cosas con mayor claridad y simpleza en muchas situaciones.

Las luces se apagaron y las bailarinas se ubicaron en el escenario. Luego las luces se encendieron al igual que las sonrisas en cada uno de los rostros de las nenas. Solcito bailó toda la coreografía sin mirar a sus compañeras con total autonomía y seguridad, realizó cada una de las indicaciones que le habían señalado sus profesoras, lo que demostró una vez más la atención que ponía en cada clase. 

La vieron feliz. Desde las bambalinas, a sus profesoras se les escaparon un par de lágrimas porque se había logrado mucho en muy poco tiempo. Era el trabajo de un grupo conformado por ellas, la familia de una nena de 5 años, su psicóloga y sus compañeras, inconscientemente. Todos dieron su aporte para que Sol pudiera expresarse y socializar en cada clase con un grupo de niñas que también eran como ella, en un lugar donde no se sentía distinta. Allí no necesitaba hablar para ser parte, porque su cuerpo hablaba por sí solo y se anotaba otro round más a su favor. 

Al día siguiente de la presentación, en el estudio se realizó la entrega de medallas. Todas estaban felices y nadie quería guardar en su mochila la medalla de participación. 

Sol se fue a su casa con su medalla puesta. Alrededor de las diez de la noche le llegó a una de las profesoras una imagen enviada por la mamá: la pequeña bailarina se había ido a dormir con su medalla puesta. 

Había muchos motivos para seguir soñando. 

 

*Frase adjudicada a Martha Graham pionera de la danza moderna


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