Runners 2.0: Lo mejor viene al final
Antes de empezar a correr, no hace mucho, me imaginaba que ser parte del mundo del running era cuestión de ponerse los cortos, atarse las zapatillas y salir. Estaba muy equivocado, es mucho más que eso.
Mi día comienza muy temprano, como de costumbre. Hoy me levanté motivado porque es día de entrenamiento y tengo que seguir mi rutina meticulosamente. Después de los 10 minutos de bici, me ducho y voy a la cocina a preparar el desayuno. Tomo mi batido proteico asquerosamente energizante, un café, un par de tostadas y a trabajar.
Durante la jornada laboral no pienso en demasiadas cosas más que en el entrenamiento. Mientras almuerzo una ensalada y tomo una gaseosa dietética decido cual equipo deportivo voy a usar esta tarde; si el rojo o el azul, si voy a escuchar la playlist de rock o electrónica y actualizo las aplicaciones del celu que voy a usar y son infaltables: las que miden distancia, velocidad y sobre todo cosas importantes como la cantidad de pasos que hago o cuantas veces respiro por minuto.
Llego a casa y me preparo tal como lo planee durante todo el día. Repaso la lista de cosas esenciales para poder ir a correr y no queda nada pendiente. Antes de juntarme con el grupo de entrenamiento comienzo la entrada en calor; me saco una selfie, la subo a las redes sociales y espero ansioso que la gente comente y le ponga “me gusta” a mi foto. En cuanto las repercusiones empiezan a llegar, me siento listo para salir.
Nos encontramos en el parque más grande de la ciudad, punto de encuentro de muchos grupos de runners que se preparan obsesivamente para la maratón que se va a correr en dos semanas. Aunque yo comencé a correr hace poco, no quiero ser menos y espero poder completar los 42 kilómetros en un buen tiempo. Una vez que estamos todos los del grupo arrancamos el entrenamiento. El objetivo hoy es exigente pero no imposible; me pongo por delante de todos, al mejor estilo Forrest Gump y disfruto de ser el líder del grupo. A los pocos minutos empiezo a sentir una molestia en la pierna, por lo que me pongo a la par del resto y le digo al entrenador que no voy a poder seguir.
Después de recibir las indicaciones para ponerme hielo y elongar la zona lesionada vuelvo a casa un poco bajoneado, pero sé que todavía mi entrenamiento no terminó. Le saco una foto a la pierna que me duele y la subo a las redes para calmar la ansiedad de mis seguidores y que puedan desearme una pronta recuperación. Finalmente viene la mejor parte; voy a la cocina y busco algo para tomar y comer. Camino lentamente hacia el living, me dejo caer en el sillón, pongo una peli y disfruto el momento mientras como papas fritas y tomo una cerveza bien helada.
Autores